martes, 30 de enero de 2007

Las pequeñas cosas


EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS
(12 de julio del 2004)
 
"He aquí que estoy en lo pequeño, me preocupo por las pequeñas cosas. Cada día te doy detalles pequeños de mi amor capaces de hacer grandes milagros. Atesóralos, recuérdalos..." "Si me preocupo por esos pequeños detalles, ¡cómo no lo haré por las cosas más grandes!"
 
Esto me sucedió la noche del lunes 12 de julio del 2004:
 
"Estaba cosiendo los pequeños broches de una corbata negra que, como abogada, necesitaba para una audiencia el día próximo; eran aproximadamente las 11:00 de la noche. Acababa de llegar del primer día de un retiro llamado "Jesús mi Maestro", que imparte el ministerio de evangelización "Acción Evangelizadora Santa Teresita del niño Jesús", cuyo coordinador es mi asesor espiritual, Víctor Díaz; sin embargo, me sentía algo "irritable": el enemigo quería hacer que perdiera la paz que había recibido... "Pero Dios estaba ahí..."
 
Mientras cosía los broches de la corbata, uno de ellos voló por los aires, desapareciendo de mi vista. El broche era muy pequeño, y simplemente en el poco tiempo que busqué no lo encontré. Quería dejar todo listo para el día siguiente, lo necesitaba. No era algo que no pudiera solucionarse, podía conseguir prestada una corbata; era algo "pequeño" aparentemente, pero que me estaba impacientando, que me impacientó en menos de un minuto...
 
Abatida interiormente, me senté en el suelo, bajé la cabeza, la recosté de la cama y me abandoné en Jesús... No para pedirle que apareciera el broche, sino porque simplemente no podía hacer nada más. Tal vez pensé que luego de recobrada la calma, lo encontraría.
 
Pero ocurrió algo que me dejó pasmada, sobrecogida. Sabía (y sé) que Dios está pendiente de todas mis cosas, pero nunca había experimentado su intervención de una manera tan directa: habían transcurrido si acaso 3 segundos cuando escuché bajo mi cabeza, a mi derecha, el leve sonido del metal contra el suelo... Era el broche que "caía" a mi lado. No fue que busqué bajo la cama y lo encontré; no tuve que esperar a calmarme, no tuve que pedir, no tuve que desistir: mi Padre me lo pasó.
 
Simplemente "cayó"... ¿De dónde cayó? Si busco razonamientos humanos, podría suponer que tal vez estaba enredado en mi cabello y al bajar la cabeza simplemente "cayó"; eso sonaría más "lógico" y convincente. La verdad es que no sé de dónde cayó: sólo sé que mi Padre lo hizo caer. De eso estoy segura.
Bastó que:
·        Me sentara.
·        Me detuviera.
·        Me abandonara a El.
·        Renunciara a mis propias soluciones, y
·        DEJARA ACTUAR A MI PADRE DIOS.
 
Puede parecerte pequeño, pero para mí fue una gran muestra de Su amor...
 




«Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Romanos 8, 39)

                            Paola de Paula

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